Se ha insinuado por ahí, que nuestro Líder gusta rodearse de asesoras por meros fines sexuales. Gran error. Quieren dar a entender que las metas de nuestro guía son "claramente oscuras", y eso es imposible. Lo que nuestro partido buscó siempre es simplemente compensar el papel relegado que ha tenido la mujer en la función pública, y llevarlas con nosotros al súmun del poder, llevarlas al clímax político, llevarlas en andas, llevarlas al gabinete, llevarlas arriba y llevarlas a cococho. Pero las malas lenguas y nuestra ley de cupos nos obligan a entregar un ministerio a un varón, y así es que las relaciones exteriores (con lo bien que hubieran estado a cargo de una dama del partido) las dejamos en manos del doctor Bienvenido Vespucio, con quien dudamos que las malas lenguas se quieran meter.
Su propuesta es sencilla: un nuevo orden mundial. Para esto, es necesario acabar con el viejo desorden mundial. Para esto, hace falta un acuerdo internacional que acomode los países que hoy andan tirados por cualquier lado. ¿Por qué no se hace? Porque el planeta está en poder de ineptos. Sólo el s.P.A.M. sabe qué hacer, y aquí lo detallaremos.
Se toma un mapamundi y se aprovecha la cuadrícula que forman meridianos y paralelos para establecer los casilleros de cuanto vamos a repartir. Previamente, se hace un referéndum mundial para que cada persona elija el sistema ideal bajo el cual quiere vivir. Imaginemos que un 15% quiera comunismo: en ese caso, la misma proporción de casilleros corresponderá a su nueva nación, que será comunista. Nadie sufrirá su régimen, pues quienes querían otra cosa irán donde toque esa otra cosa. Y así con todo, y todos contentos. Fascistas, anarquistas, neoliberales, etc. Desde luego, no vale tirar algunos en medio del océano, por más que lo merezcan. O sí, báh... sería un plan B.
Si con el tiempo alguno descubre que su nuevo país no es como quisiera y le gusta otro... para obtener la visa deberá demostrar que ideológica y fácticamente se convirtió al credo de ese otro al que aspira, pues no se vale aspirar sólo a sus logros y no a sus esfuerzos. Sus conciudadanos lo despedirían contento, y su nuevo país lo recibiría feliz. Se acabarían los enfrentamientos y las excusas. "¿Sos racista? Te vas al país de los racistas". Y si ahí se pelean entre racistas de un color y de otro, queda entre ustedes, los racistas. El tiempo irá depurando todo con mejores resultados que ahora, donde uno está enojado con otro y pone una bomba que hace volar a un inocente tercero sin comerla ni beberla.
¿Alguien negará que nuestro Canciller sabe cómo mejorar las relaciones internacionales?
1 comentario:
Muchos políticos de nuestra nación cambiarían de país por lo menos una o dos veces por año...
Yo le pongo todas las fichas a Bienvenido, y espero que sus ideas no se vayan por el retrete de la corrupción.
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