sábado, 30 de enero de 2010

Y un día la siesta se acabó

(tergiversado por The Bug)

Cuenta la leyenda que un día nuestro Líder se quedó durmiendo bajo una encina mientras tomaba una siesta.
Este era sin dudas un hecho muy curioso, porque nuestro Líder es quien duerme sin dormir, quien ronca sin hacer ruido y quien se babea sin mojar la almohada.
Dos monjes que iban rumbo a conseguir limones para acidular el vermú y que justo por allí pasaban, tuvieron la ingenua ocurrencia de pintarle la cara con dentífrico al verlo tan mansamente dormido.
Casualmente uno de ellos llevaba una vejiga de burro rellena con dentífrico debajo de sus ropas, así que estos dos pícaros monjes pusieron manos a la obra en el arte pictórico facial.
Cubrieron su rostro de pasta dental, dejando apenas dos orificios para que el Líder pudiera respirar, colocándole para mayor seguridad dos pajitas de refresco insertadas en cada uno de los orificios nasales.
Una vez hecha la diablura se escondieron detrás de un árbol a esperar que el Líder despierte.
Ocho días estuvieron atrás del árbol y al cabo de los mismos la víctima de su broma aún no despertaba.
Aburridos, furiosos y decepcionados, optaron por lavar la cara del Líder, compensando la afrenta con una buena afeitada y baño de loción y bálsamos para tratar de sacarle el olor a fresca menta con 12 horas de protección.
Y se fueron.
Los memoriosos recuerdan de ese año dos cosas.
Una de ellas es la horrible visión de los callos en el culo de ambos monjes, causados por las incontables patadas que el resto de la congregación les propinó como escarmiento por volver ocho días después y sin los limones.
La otra, aún más inverosímil, es la resaca más duradera conocida en la región, asobrosamente sufrida por el Líder, siendo que es quien se emborracha sin perder siquiera la habilidad de hacer el cuatro, ya sea en números romanos o arábigos.